viernes, 31 de julio de 2009

El enjambre de langostas

Las langostas pusieron sus huevos en / El cadáver de un soldado. Cuando / las orugas maduraron, salieron volando. / Con sus duros caparazones y su / Zumbido, eran un mal presagio. Se veía / Que había nacido de una cólera / Insatisfecha. Volaban veloces hacía / El Norte. Ocultaban el cielo como / Una cortina. Cuando la esposa del soldado / Las vio, empalideció y se le / Cortó la respiración. Supo que él había / muerto en combate y su cuerpo / Había quedado perdido en el desierto. Aquella / Noche soñó con que cabalgaba en un / Caballo tan rápido, que no dejaba / Huellas y llegaba hasta donde él / yacía en la arena. Le miraba a la cara, comida / Por las langostas y sus ojos se le / Inundaban de lágrimas de sangre. Nunca / Más dejó que sus hijos lastimaran / Un insecto que podría haberse alimentado / Con el muerto. Alzaba la vista al / Cielo y decía “Langostas, si buscáis / Un lugar en que pasar el invierno, / Podréis encontrar abrigo en mi corazón” Hsu Chao

Rexroth Kennet “Cien poemas chinos”. Trad. Carlos Manzano, Editorial Lumen, Barcelona, 2001, 190 pp.

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